Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo:
17:9 Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente.
17:10 Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba.
17:11 Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano.
17:12 Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir.
Había muchas viudas en Israel en la época de Elías, y es probable que algunas le hubieran acogido en su casa, pero es enviado a honrar y bendecir con su presencia una ciudad de Sidón, un pueblo gentil, y así llega a ser el primer profeta a los gentiles. Jezabel era la mayor enemiga de Elías, pero para mostrar cuán impotente era su maldad, Dios halla un escondite para él en el mismo país de ella.
La persona designada para acoger a Elías no es uno de los ricos o grandes de Sidón, sino una viuda pobre, necesitada y desolada, la cual se le da la capacidad y la disposición de mantenerlo. Es el camino de Dios y es su gloria usar y honrar lo necio y lo débil del mundo.
Ella creyó la palabra del profeta, que no saldría perdiendo. Quienes se aventuran basados en la promesa de Dios, no encuentran difícil exponerse y despojarse a sí mismos en su servicio, dándole primero su parte.
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